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martes, 6 de noviembre de 2012

Huellitas

Y pasó.
Viste a tu amiga en la misma situación que te tocó vivir hace casi cuatro años atrás (cuatro ya?). Y se te revolvieron hasta los sentidos que no conoces de vos misma. Ya no sentís como tenés que sentir, sino como tu corazón y recuerdos mandan que lo hagas. Así, como un montón de cristales rotos es como sentís a tu alma. Vacía. Y el eco de tus recuerdos hace que el vacío se note aún más.
Esa desesperación que te viene, de querer quedarte estática y a su vez de querer romper cada una de las cosas que se te crucen por delante de tus ojos. Una manía, un desquicie, más consecutivo e inevitable que el movimiento de la aguja de un reloj. Te acordaste de aquel 2009. Te acordaste de lo que es la soledad.
Ahora también te acordaste de por qué cambiaste tanto tus últimos años. Eso fue lo que te hizo cambiar. Ahora te das cuenta por qué te cuesta tanto cerrar ese capítulo? Porque NO cierra. Simplemente hay huellas que no se borran, que marcan a uno hasta el fin de los días. Y a mí...
a menos que venga quien marcó la huella, no me la van a poder borrar.