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lunes, 2 de marzo de 2015

Cuesta arriba

Ayúdame a ver. A entender. A esperar sin ser llamada. A sentarme atenta a tu venida, aunque no vengas. Son tantos los miedos que me jugué por ser valiente, que ya perdí la cuenta. Pero ya no tengo miedo. Tantas veces que soñé con que vengas, que viniste. Cuando menos lo pensé, pero con tantos pensamientos en el medio... Me convenzo y me refuto que cuando uno realmente quiere algo, lo consigue, aunque no sea lo que le convenga, ni lo que cabe en ese espacio vacío. Si se lo piensa, se lo atrae.
Estuve años esperando tu llamada. Años esperando que me digas "te amo, nunca deje de amarte", encasillada con mis teorías de cuando una realmente ama, es correspondido, sino no es un verdadero amor. Y resulta que lo fue, apareciste cuando ya estaba dejando caer los brazos. Justo a tiempo para levantarlos y hacerme creer lo que yo ya creía imposible. Si hay algo que aprendí en estos años es que el amor no es una constante, No es un pasar 50 años juntos, no es una relación llena de paz y armonía. Son tirones, empujones, idas y venidas, tropezones, todas situaciones a punto de caer, pero que cuando están a centímetros del piso, se reparan. No es más que el vértigo de la montaña rusa, vivir subiendo y bajando... pero siempre juntos.

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