El amor es sacrificio, es entrega, es alegría. Es optimismo, es coraje, es algo especial. Sí, lo es. El amor se puede sentir una y otra vez. Flota en el aire, aunque no lo podamos ver. Siempre está ahí presente, aunque no lo aceptes es parte de tu vida en todo rincón. También es el mismo que trae decepciones, errores, llantos, dolor, taquicardia y que siente todo el mundo. Es un sentimiento vulgar, volátil, y tan poco preciso... Tiene esas dos caras. Y así como una moneda, puede darse vuelta en cualquier momento. Es variable, mentiroso, olvidadizo. Hace que nos olvidemos de que antes, por el otro "pelotudo" sí sentimos amor. Más allá que no se quiera admitir. Porque cuando estamos "in love" con alguien, nos olvidamos de todo lo anterior, y ese amor que sentimos simula ser el mejor, el más puro, aquel que nunca vamos a poder volver a sentir nunca con tanta intensidad.
Mentira, mentira, mentira. El amor es como una papelera con tres flechitas. Se recicla, se RENUEVA. Y eso que ahora sentís no es único, ni para siempre. Como todo, va a ir enrolladito a la papelera en algún momento... Por eso mismo es que tenés que vivir el amor como si fuese el último de tus días. Porque el amor, con todas sus perfecciones e imprecisiones es lo que hace mover el mundo. Si fuese perfecto, no lo haría. Si fuese infinito, no tendría sentido. Pero esa adrenalina de vivirlo día a día es lo que le da sentido a todo.