Todos tenemos algún rincón escondido dentro nuestro, algún cajón de nuestra repisa que todavía no se abrió. Intentamos guardarlo, dejar que agarre polvo y que se estanque allí donde se quedó. Pero cuando lo abrimos, ¡Pa, qué olor a encerrado! Ahí dejamos que se ventilen esos recuerdos oxidados, y la verdad... a veces duelen. A veces pegan donde no deberían pegar. Y aunque los guardes de nuevo, el olor a viejo te queda en el cuarto
No hay comentarios:
Publicar un comentario