A veces nos mostramos reacios a cambiar. Nos cuesta aceptar que algo pegue un giro en nuestras vidas, ya sea por algo que implique una real metamorfosis, como perder a alguien... o también sea por algo más pequeño, como cambiar el cepillo de dientes. Nos mostramos duros, impenetrables cuando de cambiar se trata. Es que si, no importando de que magnitud sea... lo nuevo rechina. Da miedo, y esperanza a la vez. Nos hace cuestionarnos sobre aquel pasado: "fue mejor aquello? Pero si hubiese hecho lo otro quizá no estaría acá"
Qué importa? A fin de cuentas es lo nuevo lo que sirve. Lo bueno de lo viejo es que enseña los porqués, pero no hay que preguntarse "Qué hubiese pasado si...?" Sino que limitarse a aprender de ello, e invertir en el ahora, en lo que no conocemos, ese aprendizaje.
El tema es que somos duros los humanos, cuando creemos que tenemos una cosa, nos falta mucho por aprender del resto. Y por lo tanto, siempre quedan vacíos que nos hacen repreguntarnos sobre lo que alguna vez creímos estar seguros.
De lo que estoy segura en este 2014 es que aprendí un montón sobre lo que quiero. Fuera de la moral, y de lo que piense el mundo, se que fue un año en el que hice lo que quise (ojo, siempre mediante sofrosine) y ame, sali, grite, lloré, comí y sentí a mi total antojo. Salí un poco del caparazón de cangrejo para poder mostrarme como soy. Perdí mucho también, porque la sinceridad hace perder. Pero prefiero detenerme en las cosas que van junto a mi en el camino, a que las que decidieron apartarse.
Si tengo que describir el 2014 con una frase, es: El mundo es para quienes se animan a vivirlo.
Para quienes se arriesgan. Para quienes no tienen miedo a perder. Los de gran corazón, los que no les tiembla el pulso caminando sobre una cuerda floja. Para quienes deciden hacer locuras. Para los que prefieren hacer lo que aman antes que hacer el bien. Para ellos, que viven hasta sus huesos. Eso es vivir.
Lo que espero para el 2015 es más de eso. Nada más