Vemos a Benedetti con esos ojos brillantes, como un autor tan genio y tan lejano de lo mundano, aunque sin embargo olvidamos a menudo que la genialidad de sus relatos surge de la cotidianeidad. Y que todos podemos hacer geniales nuestros días si le damos el ánimo y sentimiento que se merecen.
Pensé (entre tantas cosas) cuando leí los primeros dos cuentos, en que la última generación resonante de la escritura en la narrativa uruguaya fue la del 45. Y qué pasó?
Sé que los "milennials" le quedamos chicos a estos semejantes escritores, pero creo que le quedamos chicos porque nosotros nos vemos chicos. Y lo genial pasa de ser percibido como tal. Importa vestirse con camisa a rayas y un parche de flores, conseguir los championes de marca originales; pero lo que menos importa es tener una personalidad original. La originalidad pasó de moda, el pensar distinto, el gustar de poemas y anécdotas, de interesarse realmente por un tema, porque si no es redituable... no interesa. Las ideas no se caen de la cabeza en nuestra generación, no caen, ni suben, ni salen. No nacen, no brotan. No las dejamos brotar. Tenemos todo tan servido que pensar por demás no interesa, y sentarse a escribir, menos.
Evidentemente hablo agrandando, exagerando, aunque las minorías existen. Existimos los que usamos un blog aún para abrir la cabeza a que algún desconocido nos lea y se identifique. Existen los que leen diarios, le gusta el olor de los libros nuevos, y usan el twitter para hacer repensar a algún descerebrado que otro. Existen los que se informan, los que se indignan de lo injusto y le tienen esperanza a la Justicia, y que (en algún momento) se puede llegar a vivir en un mundo mejor. Existen también los que creen en la izquierda real, los que no se ponen el balde de la ideología y creen que pensar distinto, es pensar. Y lo es. Esos salmones que nadan contra la corriente son la generación del 2000, para mí.
- Ojalá algún día los papeles se den vuelta para prender la lamparita, y encender más ideas por ahí
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