Buenas noches,
el lobo comenzó a hablar
estoy aqui por última vez.
Serú Giran - San Francisco y el Lobo
El varón que tiene corazón de lis,
Buenas noches,
el lobo comenzó a hablar
estoy aqui por última vez.
Serú Giran - San Francisco y el Lobo
El varón que tiene corazón de lis,
"Le mieux est l'ennemi du bien"
Esta frase significa "lo mejor es enemigo de lo bueno". La escuché varias veces en este último tiempo, de tres personas distintas.
Me resonó. Me identifica.
Es una frase de Voltaire, base de una trampa lógica que se conoce como la 'Falacia del Nirvana', que consiste en rechazar una acción o una idea comparándola con lo mejor, con eso tan "mejor" que resulta inabarcable o imposible.
Cuántas veces me frustré de antemano, quedándome sin hacer, por miedo a fallar? O ni siquiera a fallar... lo que es peor. Me paralicé simplemente por miedo a no hacerlo de la mejor manera que podría.
El miedo nos hace chiquitos. Y el miedo a no llegar a la perfección, a las expectativas de los demás, del mundo, y las nuestras propias; nos anula. La exigencias (y autoexigencias) son todo un tema.
Hoy voy por lo bueno, una vez en la vida voy a ir por lo bueno. Sin tanto drama, quiero probar con lo que pueda, no con lo que "tengo qué", no con lo "excelente", ni con los "requerimientos mínimos". Qué presión que uno se pone de antemano, a veces. Totalmente inncesaria. A veces se logran mejores resultados con lo que uno puede, que con lo que uno se sobreexige.
Hay una tira de Mafalda que dice "Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante", y es un poco así, como esta frase de Voltaire. La vida es un poco de ésto. Lo urgente, lo mejor, lo perfecto, lo improrrogable: son todas cosas que, con un poco de tranquilidad y serenidad -y sin tanta alarma ni exigencia- pueden tener mejores resultados. O resultados, en fin.
Intentarlo siempre es lo más importante, no importa el cómo.
Este es mi lugar para gritar, para sacar las letras al rojo vivo, para decir lo que se me da la quinta gana, y por eso, lo revivo.
Son necesarias las palabras. Son como el ventolin de un asmático; no son necesarias para estar vivo, pero sí son necesarias para aliviar la vida, y para sentirse sin ese ahogo.
Empezar a verse a uno mismo, y no romantizarse,
tampoco tenerse lástima
porque la lástima, lastima.
Verse a uno como es,
Sin tanto prefacio,
Sin tantas ilusiones
Sin preguntarse tanto
Eso de por qué esto si,
Y por qué eso no
Dejar de ver lo que falta,
Lo que sobra,
Lo que podré hacer mañana con lo que soy,
Y dejar de mirar a lo que fui
diez mil años atrás
Difícil.
Uno con los años se distorsiona,
Y se perdona cosas imperdonables,
Y se lima la autocrítica
Para aprender a vivir
Con un poquito menos de dolor.
Pero a veces,
-mejor dicho-
Casi siempre,
Es mejor mirarse así nomas.
Ese primer reflejo,
Esa primera impresión
Mantenerse fiel a lo simple,
Y aceptarse como uno es.
Como eso que mira de primera.
Lo que sea,
Que cada cuál se haga cargo.
Que yo cambie no es extraño
La gente cambia y no podes esperar.
No podes esperar que sus huellas se acompasen con tus pasos, ni tu camino.
No podes esperar que después de 10 años sean los mismos. No podes.
Es probable que vos no seas el mismo. Que ellos, tampoco lo sean.
Es muy probable que los mires a los ojos, y no te reconozcas en ellos. También es muy posible que sientas, directamente, que estás mirando a otra persona totalmente distinta a la que conociste, por allá, en ese entonces.
Porque es así.
La gente cambia, y cambia todo. La vida, su manera de ver el mundo, su manera de soñarlo. Sus gestos, su manera de hablar y lo que esperabas de ellos.
Cambia, todo cambia.
Va a cambiar hasta lo que bancabas de ellos.
Va a cambiar lo que amabas de ellos.
Todo cambia
Debiera trabajar más en quererme más,
en mirarme y gustarme, por dentro, por fuera y por todas partes.
Debiera esforzarme en dejar caer esto que soy,
sin tanto preámbulo, sin tanto prólogo.
Dejarlo caer cómo caen las hojas del otoño,
que caen secas, pero de manera natural, y saben quedarse hermosas en el piso.
Desde abajo -igualmente- sin importar cuán sucias estén las baldosas, se dignan a hacer mucho más hermosos los paisajes.
Debiera aceptarme, en mis defectos y mis virtudes. Y perdonarme, las veces que me equivoqué, sin tanto tormento... sin tanto reproche. Hay equivocaciones maravillosas, y las otras sirven para aprender.
Debiera mirarme y estar orgullosa, de llegar a donde llegué, de las cosas que deje ir, y las que se quedaron. De las que, colgadas de la cornisa por dos dedos, supieron volver. Y de las que sostuve con muchísima fuerza e igualmente decidieron irse. Todo eso que me ha hecho ser quien soy.
Debiera verme y mirar lo qué hay: una tipa que aún no logra conocerse del todo, pero que se conoce mucho más que ayer.
Ojo con los rompecabezas que tardan mucho tiempo en resolverse. El rompecabezas de la vida no es precisamente de 1000 piezas, y practicamente se resuelve solo.
Las fichas van cayendo una a una, como por arte de magia, al lugar que pertenecen.
A veces nos equivocamos (o la vida se equivoca) y creemos que una pieza es la que va a solucionar el hueco que queda vacío, porque la miramos de afuera y parece exacta. La acercamos y vemos que no es, que no encajan ni los colores ni la forma en su lugar. Pero nosotros, tercos como somos, pasamos rato queriendo hacer que encaje ahí, en ese hueco que estaba hecho para otra pieza.
A menudo no sé para que nos gastamos tanto en forzar situaciones, relaciones, amistades, trabajos, estudios... No sé con qué afán queremos hacer entrar esa pieza que obviamente, no va alli.
Lo único que si sé, es que la pieza que realmente encaja, siempre está con el resto... dentro de la caja. Ahí, esperando encontrar su lugar, o mejor dicho, ser encontrada.
Nosotros, dueños de esos rompecabezas deberíamos ser responsables y saber que construír a medias, no sirve de nada.
Me dijeron, una vez hace mucho, mucho tiempo “Me sacaste de allá abajo y me pusiste a andar como si fuera un muñeco a cuerda”.
Yo me debo de creer titiritera. Tengo complejo de payaso de cumpleaños infantil. Tiré de muchas cuerdas, olvidando de la mía. He puesto a “andar” a tanta gente que después se olvidó…
No es culpa de ellos. La gente olvida. Hasta lo bueno se olvida. Uno se olvida de querer y cómo querer, de amar y cómo amar. Al principio olvida los detalles y después olvida todo lo demás.
No es culpa de la gente, sino de su mala memoria.
Quien me manda a tener tan buena memoria? Me debiera de joder. Es más fácil olvidar.