Aprendí que los imposibles son solo imposibles hasta que alguien los supera.
Aprendí lo valorable que es sentir las cosas como inalcanzables, porque en el punto en que uno las logra, lo reconfortan el doble.
Aprendí que no vale la pena discutir hasta cansarse. Quien piense de una manera, y esté totalmente convencido de lo que piensa (aunque sea erróneo), no va a cambiar su forma de pensar, hasta que lo vea con sus propios ojos.
Por eso aprendí que no vale la pena discutir por política, pero claro, sin nunca dejar de lado en lo que uno cree. Y a eso, seguirlo con el corazón, que es de la forma en que sirve mostrárselo a los demás.
Aprendí que los deseos que tiene uno para su vida, siempre tienen que estar encendidos. Más allá de que un mundo entero los tire abajo, uno siempre tiene que tener la convicción de que eso es lo que quiere para su vida, sin importar el resto. En definitiva, nunca los otros van a vivir la vida por nosotros. Así que tenemos que hacer lo que realmente queremos, y punto!
Podemos cambiar el camino mil veces. Pero nunca debemos apartar la mira de ese deseo que tanto queremos.
Esa es la clave.
Diciembre siempre me pega mal, loco |
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