El "capachito" más grande de la historia
(No es tarde si estás vivo)
Fernando se sentó en la cama cuarenta y cinco segundos antes de que el despertador sonara, como todos los días. En la silla que va de costeleta trancando la puerta lo esperaban los pantalones grises, la chombita con el nombre de su jefe (Misma persona que ayer antes de salir lo hizo llorar) un "par" de medias (y las comillas van porque a pesar de ser las dos marrones son de diferentes pares, pero qué importa... nadie sabe siquiera que se llama Fernando, van a notar acaso sus medias?), los zapatos lustrados horas antes, y una campera de polar medio arruinada.
Se puso todo como correspondía, se lavó los dientes, la cara... y cuando tocó secarse se vió al espejo: Se vió y no se reconoció, incluso se mareó un poco... Y pensó que por ahí era algún efecto secundario del somnífero ya que anoche no cenó muy bien. Pero había algo más, no encontraba su cara en el espejo, ése no era él, ése no.
¿Qué me pasa? Dijo en voz alta, vive solo y si no habla él no hay más que escuchar. Siguió parado frente al espejo, con la boca limpia y la cara reluciente... y fría, y rota. "¿Qué me pasa?" Repetía aproximadamente cada siete segundos aumentando la voz.
Y recordó:
Cuando tenía veintidós, en el cumple de Lean, después de unas cuántas sangrías y cervezas baratas; cuando todos ya estaban concentrando para la filosofía de los viernes... puso el vaso sobre la mesa con furia, se acordó de su viejo, y dijo:
"Muchachos, he tomado una decisión. Y necesito, me urge, que me obliguen a cumplirla. Si el día de mañana me ven automatizado trabajando para gente de mierda, si me ven opaco, si ven que no cumplo esto... les dejo hacer de mí el "capachito" más grande de la historia."
Todos lo miraron, algunos serios, otros se reían, otros medio borrachos no entendían.
Saltó Franco: "Dale pelotudo qué te pasa, a ver qué vas a decir".
Fernando se paró, como pudo, y dijo:
"Tengo que ser pasajero, en cada pedazo de tierra que pise, si me muero antes de conocer el mundo... me mato. Tengo que salir de esta casa hoy e ir a buscar a Isa, tengo que decirle que soy un pelotudo y que la amo. Tengo que llegar a casa, despertar a mi viejo, y decirle gracias y decirle perdón y decirle que lo amo también. Tengo que acordarme de este bardito mañana al despertar, y si me olvido... Hágame acordar".
Los pibes se cargaron de risa, pero brindaron por lo mismo. Chocaron los vasos ya de madrugada con los restos de vino tibio. Fernando se paró y fue al baño, la idea era echarse una meadita, pero cuando entró al baño se vió en el espejo... reluciente, borracho y reluciente. Se le empañaron los ojos, se sentía bien. Hizo lo suyo, humedeció las mangas con los lagrimales y salió de ese baño para siempre.
Hoy Fernando tiene treinta y nueve años, un trabajo estable y... y no, y nada más. Hoy Fernando se miró al espejo otra vez después de diecisiete años, y no se encontró. Cayó redondo al suelo. A los pibes se los llevó el tiempo, nunca se animó a decirle un carajo a Isa, su papá falleció el cuatro de noviembre y nunca pudo decirle ninguna de esas tres cosas: "Gracias, perdón, Te Amo". Ya no estaba solo empañado, estaba totalmente bañado en moco y lágrima, al lado del inodoro, con el agua de la canilla abierta. Algo lo golpeó, una fuerza bruta... extrema, era como si estuviese viviendo "El capachito más grande de la historia" pero solo. Llevaba ya quince minutos de retraso en el trabajo, después de ocho años, primera vez demorado. Cazó el teléfono y publicó un aviso, "Se vende monoambiente. Precio negociable. Con urgencia" Vendió todo, hasta las medias de diferente par, hasta la silla que lo esperaba por la mañana, incluso el mismo teléfono desde el cual publicó todos sus "bienes". Vendió todo, compró los pasajes y se fue a girar. El primer lugar que eligió para ser un pasajero más fue el Parque Tayrona, en Colombia. Llegó con su mochila, con cuatro chirimbolos, miró al cielo y dijo: Gracias, perdón, Te Amo.
Nunca es tarde para sacudirse la anestesia.
Maru Leone
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