A la suerte no habría que subestimarla. Nadie nace con suerte. Nadie tiene una vida llena de suerte.
La suerte viene de a rachas, como olas que golpean contra un muelle de papel, con una fuerza brutal y una hermosura tan grande, que cuando te detenés a verla, ya derribó el muelle donde estabas parado.
Uno vive sobre ese papel, que siempre se vuelve a secar y enderezar. Cada tanto vienen esas rachas de suerte. Y muchisimas otras veces, se van.
Siempre que uno vuelve a revivir ese papel, le encuentra más grietas, se hace cada vez más imperfecto pero cada vez más experiente. La sal y el sol lo van endureciendo.
Y cuando vuelve a golpear la suerte, cada vez te sorprende menos. Ya sabés como va golpearte. Ya sabés lo linda que va a parecer y lo mal que te vas a sentir cuando te golpee.
Y esta vez corrí el papel.
Yo no quise esa suerte.
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