Mirame una vez más. Haceme entender que somos capaces de hablarnos con los ojos. Charlarnos por horas a través de tus pupilas dilatadas y las mías.
Mirame un poco más. Hasta que me quede cada día un poco más ciega, más irreconocible. Haceme entender que el resto del mundo se borra cuando, incluso por accidente, me cruzo con esos dos mundos. Y me quedo mirando un universo que parece no terminar nunca, que me devuelve a vidas anteriores, que me hace renacer mil veces en cuestión de sólo unos segundos
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