Un hombre del pueblo Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
El mundo es eso- reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
- (extraído de El libro de los abrazos)
Este fragmento lo leí por primera vez cuando estaba en quinto de escuela. Hoy me volví a encontrar con mi cuadernito azul de lengua de aquella época. Me sorprendí con las respuestas que di al cuestionario de la maestra, con sólo 10 añitos...
- Con qué fueguito te identificarías tu? Por qué?
Sería un fueguito de todos colores, donde, cada color daría una cualidad diferente, ya que no me defino ni serena ni loca, sino como un poco de las dos...
- Con qué fueguitos te gustaría compartir tu vida?
Con todos. Me gustaría eso porque es necesario saber convivir con todas las personas.
PD: La nena sabía comprarse a la maestra.