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domingo, 6 de octubre de 2019

Baúl

Quien diría que la vida es un baúl sin fondo...
Uno abre la tapa, y tira, y tira, pensando que  guarda, cuando en realidad no es así.
Uno tira confiando que al tiempo va a abrirlo, y va a encontrar todas esas cosas que dejó ahí, inmaculadas como al momento en que decidió guardarlas. Pero no. 
Uno abre y además de estornudar de tanto polvo, mira para todos lados, pero no las ve. Mira los bordes, las grietas, pero no las logra ver.
Porque uno de repente las encuentra -atrás del cachivacherío y con plumero en mano- pero esas cosas, tan cambiadas, tan marchitas, ya no son las mismas que fueron alguna vez. Y por ende, es como si no estuvieran... cómo si se hubieran ido a otro lado.
Maldito tiempo, que hace y deshace a desmedro, que agujerea baúles de cedro y de las maderas más fuertes que existen. 
Maldito tiempo. Voy a tener que cerrar con llave el baúl para no guardar más de la cuenta, para que no te lleves más de lo que quiero.
Para que no te me escapes. No quiero más agujeros.

jueves, 19 de septiembre de 2019

Fragmentos antes de dormir


Hoy por hoy nadie vive. Y rara vez las cosas tienen un sonido o un olor particular. Vivimos en lo instantáneo, en lo rápido, en lo automático y no hay tiempo para detenerse.
Hoy por hoy, se vive... sin vivir.

jueves, 29 de agosto de 2019

https://youtu.be/DD4rxB-ZUj8

Es fácil ver la gente que nos pasa
Como un rayo a toda velocidad
Abriendo un paralelo hacia otro mundo
Sin ver en el que estás

viernes, 19 de julio de 2019

Desencasillarse

Viví toda la vida adentro de una caja. Sabés que frustración es esa? Abrir los ojos... ver la misma caja que cuando nací, los mismos límites, sus cuatro paredes de cartón y algunos dibujos que les hice mientras me aburría. Cuando era chica podía pararme adentro de la caja y seguir viendo el mismo cartón, ese mismo cartón corrugado que siempre me rodeó desde niña. Siempre esperé poder ver algo distinto, pero nunca lo encontraba. Me paré a los dos años, a los seis, a los diez... pero nada cambiaba. Y de ver tantas veces ese horizonte de cartón dejé de pararme y creí al fin que estaba destinada a ver siempre esas cuatro paredes tan apagadas.
Sin darme cuenta, fui creciendo, pero ni me volví a cuestionar al respecto. Aprendí a adornar esas paredes, dibujandole flores y corazones, escribiendolas por doquier, marcándolas a mi manera. Si iba a vivir toda la vida ahí, decidí que iba a ser a mi manera; haciendo de ese encierro una especie de libertad maquillada. Y la verdad que esas paredes me quedaron tan hermosas que quise quedarme allí de ahí en más.
Este año sin quererlo me acalambré una pierna y me tuve que parar, y adivinen que? Con 25 años toqué el techo de la caja y vi para afuera. No era mentira que había un más allá... lleno de luz y posibilidades infinitas.
Vivimos en una sociedad que nos pone esa caja arriba ni bien nacemos. Esos límites, la moral, lo bueno y lo malo, lo correcto e incorrecto. Todas esas dualidades, la necesidad de tachar el comportamiento del otro simplemente por pensar distinto. Esa caja que te impone que hay maneras de pensar que son mejores que otras, cuando en realidad solo son diferentes. Yo vivi toda mi vida adentro de una caja, pero aprendí a salir. A desafiarme a mi misma, a ir más rápido que lo que me dijeron que podría.
Vivís tanto tiempo adentro de la caja que llega un momento que crees que no podes salir. Y entendés que no hay un más allá de eso ni de nada. Como al elefante de circo, que lo encadenan de chiquito, y cuando es grande (pudiendo zafarse de un tirón), no lo hace. Y por qué no lo hace? Porque piensa que no puede.
Hasta el tablero de ajedrez nos enseña que su pieza más poderosa es la reina, porque puede moverse para todos lados, y a donde y cuanto quiera. Siempre uno se puede desencasillar. Siempre se puede salir de la caja. Los más allá y las posibilidades son infinitas, por suerte.

jueves, 30 de mayo de 2019

Agua

Hacía tiempo que no me pasaba esto de llorar sin poder frenar. Años quizás.
Supongo que las lágrimas que no se lloran a tiempo quedan por ahí, estancadas, juntando agua en un charquito adentro del alma. Supongo que no estoy tan normal, ni tan insensible, ni tan sensata como creí. Sigo siendo esa niña que se fija en todo, que todos los detalles le importan aunque no quiera. Aunque pretenda que no le importe.
Sigo siendo la misma niña que se encerraba a llorar todas las palabras que no podía decir.

Nota mental: toda agua que se estanca por mucho tiempo, se pudre. Hay que dejar fluir... (o tratar, por lo menos)

domingo, 14 de abril de 2019

Nunca supe si era muy inteligente o muy estúpida emocionalmente.
Creo que ambas cosas, inevitablemente, van de la mano.


lunes, 25 de marzo de 2019

Siendo un mimo

De chica prácticamente no hablaba. Ni en la clase (aunque a menudo sabía las respuestas), ni mucho con mis amigas, salvo palabras justas y necesarias. En mi familia no sabían nada de lo que pensaba sobre algunas situaciones de las que vivimos, salvo de casualidad me preguntaran.
Siempre me caractericé por ser “de pocas palabras”. Incluso recuerdo a mis padres, diciendo que yo no jodía para nada (comparándome con mi hermana, que era bastante inquieta), y que aparentemente, yo siempre estaba en mi mundo. Y sí, en mis juegos, en mi mundo, en mi cabeza.
No recuerdo haber tenido amigos imaginarios, pero recuerdo hablar conmigo misma desde que tengo memoria. Me proyecto en situaciones a futuro (y otras que nunca llegan a existir) y me dibujo los caminos. Y así he decidido, en voz baja y tenue, pero con fuertes convicciones a donde he ido en la vida.
En la adolescencia mi vida tuvo muchos quiebres, así como mi personalidad, donde me vi tan saturada que tuve que sacar un poco de todo lo que tenía adentro, para afuera. Mucho lo saqué escribiendo, teniendo la dicha que gente que no sabe quien soy me leyera, y teniendo la dicha de leerme (ya que creo y creí siempre que escribir es una manera de pasar los pensamientos en limpio).
Teniendo otra suerte y esta vez no tan dichosa de sacar otra parte hablando lo que pensaba. Topandome con gente que parecía escucharme, pero que en realidad no lo hacía, o realmente no le importaba... y encontrándome conmigo en esas situaciones. Situaciones que mi “yo” no sabía canalizar con la altura necesaria, ya que las desconocía por vivir siempre puertas adentro.
Hasta el día de hoy sigue siendo un poco así, un poco de querer que entiendan lo sensible que soy y por otro lado no saber demostrarlo. No saber decirlo.
Me encuentro siendo una adulta que no sabe decir nada, que apenas sabe escribirlo. Que aparentemente cuando quiere sacar algo de adentro, algo que no es banal ni común, a la apariencia de los demas solo tiene un problema o tuvo un mal día, o está de mal humor. O quizá sea la menstruación, quien sabe.
Me olvido que de chica siempre preferí el silencio, con cierta razón. Pocas personas son merecedoras de nuestras palabras, de nuestros pensamientos en crudo. Pocos son capaces de ver más allá de eso.
Pocos o nadie.

sábado, 2 de marzo de 2019

🛎

“Lo que sí sabemos es que, como la ventana de química cerrada, otro despertar tuvo lugar; que el espíritu humano es más poderoso que cualquier droga – y eso es con lo que necesita ser alimentado: con trabajo, juego, amistad, familia. Estas son las cosas que importan. Esto es lo que nos habíamos olvidado – las cosas más simples”.

- Despertares (película), 1990

jueves, 21 de febrero de 2019

Fotocopia

A menudo,
insistimos tanto en ser como los otros,
que nos olvidamos que la magia está en ser
Nosotros mismos.

La magia de hacer sin mirar al de al lado
De emitir opinión sin miedo a lo que piensen
De vestirse con los colores de moda
(de hace 20 años atrás)

La valentía de insistir en algo
Como un salmón, contra la corriente
Y agarrarse de eso,
Y seguir nadando

La sinceridad de decir que no
Cuando no tenemos ganas
Y la tenacidad para ir por eso
Que de verdad nos llene

Insistimos tanto en copiarles
A esos pocos geniales, -entre comillas-
Tocados por la varita mágica de la vida
En vez de cambiar nosotros

En vez de vernos en nuestros aciertos
- y en nuestros errores -
Vemos al otro, lo que es menos gratificante,
Pero más facil.

Vivimos en el mundo de lo digerido,
Lo resumido. Lo sencillo.
Lo facil. Lo corto.
Lo hecho por los demás.

Tan así, que no solamente
Olvidamos lo primero,
Sino que también...
Olvidamos el cómo.


Cómo ser nosotros mismos, si no sabemos ni quienes somos.


jueves, 3 de enero de 2019

De plástico

Quisiera ser de plástico a veces. De ese plástico duro, cuarteado, que por más golpes que tenga sigue ahí, sin degradarse. Ese plástico tan porquería que ni siquiera es biodegradable, que nace para no morir, flotando inerte en esta sociedad donde todos se creen vivos.
A veces quisiera ser de ese plástico impermeable, al que no le pasa el agua, ni los líquidos. Ese al que le tirás de todo y sigue ahí, para joder, intacto. O de ese plástico de las impresoras tres dé, que amolda lo que se le da la gana, desde una manzana (igualita a la de la feria) hasta un arma, con balas y todo. Tan bueno por fuera y sin embargo, que sigue siendo ese plástico de mierda, que por más parecido que sea no remplaza al original.
A veces quisiera ser de plástico sí. Y simular ser algo que al final de cuentas, no soy; o para que el agua (y todo lo que me tiren) me resbale; o para que (por qué no?) no me afecte tanto lo de afuera. A veces estaría bueno ser de plástico para no sentir, para que no duelan ciertas cosas, para simplemente existir, sin tanto cuento.

Pero resulta que no, que no soy de plástico. Para tu desgracia, y la mía, soy una mina de verdad. Que la pinchás apenas y le duele, que se corta y sangra, que llora, patalea, se queja y se ríe. Y que con suerte, lo único que tiene de plástico en su casa son las bolsas del super, guardadas en la cocina.